por JORGE JUANES
Maribel Moratilla asume la pintura al pie de la letra:
la independiza de la copia servil, rompiendo así con la imitación que
inútilmente duplica lo que ya existe. Para ella, la pintura es... pintura. De
allí que los elementos referenciales que le sirven de punto de partida
-ventana, balcón, mesa, silla, florero, etcétera-, terminen sufriendo una suma
de metamorfosis plásticas manifiestas tanto en el aplanamiento de las figuras y
en la caprichosidad de las proporciones, como en una composición liberada de la
ortodoxias y comprometida en el gusto por lo ornamental.
Maribel
Moratilla acoge, asimismo, dentro de una unidad estilística netamente
decorativa, todo lo que se presenta a su mirada. Hablamos de una armonía de
formas, líneas y colores llena de vitalidad gozosa, agradable a la vista. Es
evidente que el encanto de las obras comentadas, pobladas de objetos
familiares, proviene de una sensibilidad espontánea; por lo que su propuesta
pictórica ni juzga, ni predica, ni legisla, sino que simplemente muestra e ilumina
lo que está ahí desde una experiencia existencial intransferible. Los estados
anímicos, las emociones y los silencios, se manifiestan aquí dentro de reglas
que pone el libre arbitrio de la propia artista. Puede hablarse de ofrenda a
los sentidos; en efecto, de eso se trata. Sólo nos queda contemplar.
Jorge Juanes
Filósofo y Crítico de Arte